viernes, febrero 10, 2006

"En búsqueda de ese verdadero valor"

Hoy, parece que todo es válido. Las reglas que tenían en equilibrio al mundo ya no importan. Las normas que tratan de ordenar nuestro entorno, cada día pierden más valor. Y es que todo ya es relativo. No hay modelos que seguir, no hay patrones por cual regirnos. Más bien dicho, cuesta mucho encontrarlos. La vida que llevamos impiden ver la verdad, acomodando cada cosa a nuestras propias experiencias. Yo puedo creer que algo es bueno, pero esto es voluble. Así es como mi amigo, mi padre o madre, pueden pensar distinto, lo que demuestra un absoluto relajo por saber qué es realmente correcto. Es aquí donde viene el conflicto y nos vamos enfrentando a una serie de situaciones que tratan de tener alguna solución. Y ahí se presenta la crisis, la cual parece no terminar.
Sin embargo, a pesar de ese cambio en nuestra sociedad, siempre en nuestros actos, se manifiestan costumbres o tradiciones de nuestra propia cultura, ya que desde pequeños fuimos adoctrinados por principios y valores, los cuales nos fueron acompañando en nuestras vivencias. Por ello, nuestro interior se desborda en ciertas actitudes o respuestas que demuestran lo que en realidad pensamos. Llega ese momento, en donde decimos ¿Es esto verdad? ¿O es sólo algo utópico? Es ahí cuando quien ha de tomar la decisión es la persona que se encuentra sumida en una situación de conflicto y la ha de tomar consciente de su responsabilidad moral, es decir, no de manera arbitraria y siguiendo exclusivamente su antojo y voluntad personal, sino teniendo presente lo que reviste validez en la comunidad a la que pertenece.
Por lo anterior, creo que es legítimo cuestionarnos sobre aquello que se nos ha impuesto. Lo valioso es descubrir finalmente ese sentido, esos valores y vivir por ellos, siendo el motor de nuestra existencia. Pero ¿quién encuentra valores hoy en día? ¿O es que acaso pensamos en forma distinta, transformando los significados de las cosas? Con sólo pensar en la cantidad de seres humanos que vivimos en este mundo, me confundo en distinguir el número de valores que andan flotando por ahí. Y sigo preguntando, ¿qué es entonces, la verdad? ¿Existe una única verdad, absoluta, irrevocable?
Si bien es cierto, existen muchas culturas, en donde cada cual tiene sus propias convenciones, creo en una verdad común para todos. Debe ser real y está presente en todos lados. Pueden pasar años, días o segundos, pero en algún momento nos enfrentaremos con esa verdad. Por lo tanto, ese patrón común existe. Sólo que algunos están más receptivos a ésta, otros le son indiferentes, ya que se sumergen en la ola de la sociedad y van relativizando sus propios valores. Pero encontremos esa verdad, un tanto escondida, un tanto cercana, lo cierto es que está.
Los conflictos nos entregan herramientas para seguir viviendo. Ponemos en práctica todo lo que sentimos y tratamos de dar una respuesta al problema que se nos presenta. Logramos una solución, según lo que nosotros creemos. No obstante, cuando la situación se escapa de nuestras manos, sin poder reaccionar de forma normal o "humana" recurrimos a esa verdad.
Todas las culturas, anteriores o presentes, tienen que determinar algo superior. De ahí la cantidad de dioses, sean verdaderos o no. Lo cierto, es que hay una necesidad que va más allá de lo terrenal. Necesitamos aferrarnos a algo. A pesar de todos los valores que puedan existir, rige uno por sobre todos. Y en las situaciones críticas éste se manifiesta.
El evitar el sufrimiento no estaba a nuestro alcance. De las cosas que existen, unas están accesibles y otras no. Una vez leí que entre aquellas cosas que están más cercanas encontramos a la opinión, el afán, el apetito y la negación. En una palabra: todo lo que es nuestra propia obra. Sin embargo, no están a nuestro alcance el cuerpo, los atributos, la consideración y la posición, en una palabra: todo lo que no es nuestra propia obra. Lo que está a nuestro alcance es libre por naturaleza y no puede ser impedido o prohibido; pero lo que no está a nuestro alcance es débil, cautivo, limitado y ajeno. Sí es así, aunque no lo queramos asumir.
Cuando uno se enfrenta más a la vida, es decir comparte más experiencias, saliendo de las cuatro paredes que nos limitan, es posible preguntarse sobre qué es lo verdadero. Y ahí viene el problema, porque hablar de valores ya es difícil. No los vemos, no los palpamos, sólo los sentimos. Más problemático resulta todavía el tratar de imponer un valor supremo, porque aquí es necesario una fe genuina, de las entrañas, de lo más profundo. Es ese momento, cuando uno se reencuentra consigo mismo. Cuando ya no tenemos nada más que hacer, vamos a ese valor. Al no tener más salida, vemos un escape en ese querido y necesitado valor.
Ese valor único siempre ha estado al lado de nosotros. Lo cierto, es que nosotros no le hacemos caso. Sólo en "aquellos momentos". Y luego, ¿qué pasa? ¿Volvemos a lo mismo? ¿Dejamos a un lado ese "Valor", para seguir con nuestros propios valores?
En un principio, nos pueden imponer ciertas conductas. Pero llega ese momento, en donde realmente nos sentimos libres y tenemos la posibilidad de escoger sobre qué es lo verdadero y realmente importante.
La verdad es verdad por sí sola, pero podemos llegar a ella. Dudo de la verdad en la cual todos piensan creer. Yo voy tras ésa que perdura para siempre a pesar de los tiempos. No quiero olvidarme de ese gran "Valor". Si pensamos en él, se nos hará manifiesto. Hay que buscar y lo hallaremos. Mientras, pensemos en este mensaje: “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, tal como lo hallamos en uno de los Evangelios. Pretendamos buscar esa libertad, la única que nos mantiene... la única capaz de motivarnos a seguir...la única que nos impulsa a seguir creyendo...a seguir caminando...