viernes, diciembre 15, 2006

Chiledeportes, Concertación, Evangélicos: ¿Quién queda libre?

Estamos siendo espectadores de una película que quizás nunca se imaginó estar en cartelera: El supuesto quiebre de la Concertación. Pudiera ser “desconcertante” para muchos, al no entender cómo una alianza política con un conjunto de potentes y significativos símbolos esté quebrándose. La seguidilla de actores políticos se enfrentan al efecto dominó que no perdona a nadie: Comienza a caer una pieza y sin demora, viene el resto en cadena.
De la misma manera, pudiera ser frustrante para muchos ver cómo se desmorona un sueño con la esperanza de encontrar en sus referentes una total integridad, una moralidad a prueba y valores éticos consistentes. Pero siempre no todo es lo que solemos imaginar.
El triste panorama que estamos viendo, es sólo una pequeña muestra de cómo el poder en manos del ser humano, simplemente se corrompe. Pareciera que no somos capaces de sobrellevar el grado de responsabilidad pública y sostener, a la vez, un modelo de vida íntegro, sin dobleces ni vendido al sistema.
Todo lo que vemos en el contexto político, no es más de lo que sucede en muchas organizaciones, sin excluir las de carácter religioso. Y como soy evangélica, me siento con la responsabilidad de decir que tampoco como iglesia en Chile, estamos exentos de esta “corrupción”.
A muchos quizás no sea agradable leer estas líneas. Pero debemos ser responsables en hacer un llamado a la pureza y a la integridad del corazón. Simplemente, no estamos ajenos a situaciones similares, porque el poder cuando llega a nuestras manos, si éste no es bien manejado, fácilmente es capaz de desviarnos a un túnel sin salida.
El pacto de la Concertación puede romperse, porque los intereses humanos van cambiando, las condiciones son fluctuantes y los “amigos” a veces dejan de serlo. ¿Cuántas veces en nuestra propia vida cotidiana quebramos aquellas alianzas y acuerdos? ¿Dónde queda nuestra palabra, nuestro compromiso? El viento, se los lleva, borrando toda historia e intención. Y es que, lamentablemente, no podemos “espantarnos” de todo lo que sucede a nivel político. Más vale preguntarse cómo está nuestra Iglesia Evangélica internamente y cómo se mantienen nuestras alianzas. Todo lo que sucede a nivel externo, debiera provocarnos a sostener una reflexión intensa de nuestro liderazgo y cómo podemos ceder muchas veces, en beneficio de mantener nuestros pactos y entendimientos.
Hoy están de moda los “Girardi” y los “Flores”, quienes son la punta de un iceberg que provocó el cisma político. Está claro que las actitudes y los comportamientos equivocados, pueden ser el detonante para romper una estructura y dar un modelo de rectitud ante la sociedad. Pero lo importante y que es el motivo de esta reflexión es cómo se puede mantener el espíritu de una alianza independientemente de los errores de quienes la componen. En eso, deben surgir las personas capaces de motivar para no perder la ilusión y el sueño de un pacto que nació con un propósito específico.
Lo mismo sucede con nuestra Iglesia Evangélica. Si bien, hay líderes y referentes legitimados, la creencia en el Evangelio, debe mantenerse por sí sola. Debemos velar para que ningún acto indebido de uno de los nuestros, pueda opacar la misión de la Iglesia. Nuestros líderes pueden cometer errores y por los roles que desempeñan, pudiera ser que éstos tienen mayores consecuencias sobre una congregación. Pero, todo hombre y mujer que dice tener a Cristo en su corazón, es responsable de vivir con un testimonio de acuerdo con los principios de Jesús. Ahí está nuestro blanco, no en personas que pisan esta tierra. Por eso, velemos por un correcto testimonio ante hombres y mujeres que están pendientes de si caemos o no. De eso, tenemos pruebas más que suficientes de cuando uno de nuestros hermanos y hermanas evangélicos está involucrado en algún problema. Los medios de comunicación, inmediatamente lo exponen en primer plano, porque el conflicto muchas veces reina en nuestras congregaciones y este elemento es “sabroso” para la noticia del día a día. Por ello, “no nos cansemos de hacer el bien, porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”, dice la Biblia. El llamado, entonces, es a seguir el modelo de Cristo, quien fue consecuente con cada una de sus acciones. No basta con tener un discurso y pronunciarlo. No basta con estar en un púlpito y demandar a otros. Hay que vivirlo, experimentarlo. Hay que estar con quienes lo necesiten y así hacer tangible la esencia del Evangelio.
Dentro de la misma Concertación hay quienes se levantan y dicen “Tolerancia cero con la corrupción”. Quienes lo hacen, es porque están seguros de su testimonio y de la probidad de sus vidas. Imitemos esto. No nos dé miedo de denunciar lo que es incorrecto. Seamos responsables y testigos con opinión frente a lo que sucede. Un testimonio de vida intachable da respaldo para hablar con certeza y seguridad. Cristo nos avala en ello.