viernes, octubre 06, 2006

¿Jesucristo hombre? ¡Qué desgracia!


Cuando recibí el mensaje que hoy me atrevo a denunciar, venía con una leyenda en sus primeras líneas: “Estoy curado de espanto”. Un dicho muy chileno, por cierto, pero que grafica muy bien lo que significa enterarse de esta blasfemia, de la cual quiero contarles y así poder replicar a los cuatro vientos, la gran mentira desatada.
Particularmente, este escrito viene muy bien en estos días, a sólo semanas para celebrar el primer año de las Iglesias Evangélicas y Protestantes. El 31 de octubre próximo, será la primera ocasión especial para conmemorar con todas “las de la ley”, un propio día de los evangélicos y evangélicas en Chile. Recordemos que se escogió esta fecha, por ser emblemática para la Iglesia Protestante, luego que un 31 de octubre de 1517, Martín Lutero diera inicio a la transformación de la Iglesia y se originara lo que conocemos hoy como Iglesia Evangélica. Y es que hay que decirlo con todas sus letras: Sin la valentía de Lutero, quien clavó 95 puntos de discusión del cristianismo de ese entonces, no tendríamos la libertad en la actualidad como evangélicos y evangélicas y menos de disfrutar de los “privilegios de hoy”, que ni siquiera nuestros antepasados y mártires pudieron palpar en vida.
Siguiendo con el primer punto de denuncia, me he puesto a pensar, en qué hubiera dicho Martín Lutero, frente a un hombre de carne y hueso que asegurara que ha vuelto el Señor Jesucristo en un hombre encarnado. ¿Qué diría un líder como Lutero o nuestros “héroes protestantes”, si llegaran a encontrarse con José Luis de Jesús Miranda, quien asegura ser “Jesucristo Hombre”, aquí en la tierra? Simplemente una blasfemia. Por eso, categóricamente, cuando visité la página web: http://www.creciendoengracia.com/jesucristo_hombre/, literalmente “me curé de espanto”. Vinieron a mi mente, una serie de pensamientos contra esta gran herejía. Es un hombre que no tiene vergüenza. Lo que sí tiene es un gran descaro por nombrarse ante el mundo, como el mismo Señor que ha regresado.
Esta gran farsa, está montada bajo el paraguas de un ministerio internacional que se llama “Creciendo en Gracia”. A través de su página web (la que se nombra anteriormente), podemos enterarnos de sus múltiples alcances y los devotos y devotas que tiene alrededor del mundo. El falso Jesús es de origen puertorriqueño y se muestra en la mayoría de las imágenes, vestido de traje, con un peinado a “la gomina” y un gran anillo y llamativa pulsera en su mano derecha. En las fotos principales, aparece saludando con un gesto característico de sus dedos encima de su frente. Además, es posible ver videos, donde se aprecia la convocatoria y aceptación que tiene entre sus seguidores, quienes le reciben con alfombra roja, guardias especiales y es anunciado con una fuerte voz que dice: “Ya está entre nosotros: Nuestro Señor Jesucristo…Tenemos a Dios en medio nuestro”. Cuando fui testigo de esas imágenes, simplemente no lo podía creer. Sentí que “estamos en los últimos tiempos, cuando muchos se levantarán en nombre de Cristo, diciendo que es el mismo quien ha regresado”. Pero la Escritura lo confirma, con la irrupción de nuevos y falsos profetas. Por eso, nuestra fe debe ser sustentada y fortalecida, para no caer ante estos espejismos “tétricos”, que quieren engañarnos frente a una oferta divina, que parece pura y empapada de los principios del Evangelio, pero que están dotados en su profundidad, de una fuerte carga satánica como expresión del Anticristo.
Todos nosotros, como cristianos evangélicos que creemos en Jesucristo, no podemos quedarnos callados ante esta gran mentira. Es necesario denunciarla. Dios requiere de hombres y mujeres valientes que pese al peligro, al torbellino de las críticas y del sistema imperante, no se queden en silencio. Debemos atrevernos, tal como en el siglo XVI, el monje Martín Lutero, rompió el esquema de la institución de la Iglesia Católica y denunció lo que estaba mal bajo el prisma de la única verdad: Las Sagradas Escrituras.
Lo que sí es cierto en este falso “Jesucristo Hombre”, es que José Luis de Jesús Miranda, es dueño de un gran imperio. Basta con ver su página web y contemplar los programas de televisión, de radio, las conferencias, seminarios y réplicas del ministerio en distintos lugares del mundo. En fin. Podríamos estar enumerando una serie de elementos. Esto es simplemente un nuevo “gran negocio mediante la fe”. Lamentablemente, esta situación no dista mucho de la vivida en tiempos de los mártires y del propio siglo de Lutero, cuando las indulgencias eran el único medio para obtener el perdón y la salvación. Hoy estos grandes garúes de la fe, ostentan grandes “parafernalias” y ¿a costa de qué? De hombres y mujeres crédulos que son seducidos mediante estos bajos intereses. No me cabe duda que, hombres y mujeres siendo de los “nuestros”, se dejarán atrapar, manipulados y seducidos por el amor al dinero y el poder, males que trastocan la esencia del ser humano. Si no estamos firmes en nuestra fe, la propuesta de negocio, será más fuerte que todo.
Por favor: Denuncie y desenmascare a este seudo Cristo. Debemos velar por nuestro espíritu protestante, heredado de nuestros héroes libertarios del siglo XVI. En todo plano de la vida, nuestra ética como cristianos y cristianos, siempre se pondrá a prueba. Y en eso, nunca olvidemos que la denuncia ante lo incorrecto, no puede ser silenciada. Lutero sabía que el clavar esas 95 tesis, provocarían incluso su expulsión de la Iglesia. La denuncia ante lo incorrecto, es necesaria, aunque eso implique el perjudicarnos nosotros mismos. No nos podemos vender, ni por dinero, ni por un mejor puesto, ni por mayores privilegios o pleitesías mal concebidas. Dios quiere nuestra fidelidad, no tan sólo de labios, cuando le cantamos el día domingo en nuestros templos. Se es necesaria, una fidelidad de corazón, ésa que se pone a prueba, cuando incluso estamos a solas y sólo tenemos de testigo al Señor.
Este seudo ministerio “Creciendo en Gracia”, es simplemente una desgracia para el cristianismo. Vejar un término como la “gracia”, ese gran regalo de Dios, es una blasfemia. ¡No podemos ser cómplices de ésta!